6.

Ay, vida mía, utopía o sueño.

Cómo deshaces la infinidad de tus mundos en mi pequeña existencia. Y yo, que no sé acogerte, siento que te escapas, que te pierdo por no saber descifrarte, en las formas cotidianas donde apareces casi sin pretenderlo. Cuando tiendo la ropa, por ejemplo, mientras las sábanas se ondulan y los pantalones cuelgan, inertes, en su deseo de echar a andar. La manga de una camisa apunta hacia el balcón y entonces… percibo tu destello recorriendo la calle. Brillas enormemente más que el sol en los cristales de los coches. Me haces cosquillas en el estómago, yo quiero respirar contigo dentro, detenerte en mí, saber realmente quién eres... 

Porque, ¿quién eres tú?, ¿una palabra?, ¿un domingo por la mañana?, ¿el aleteo que estremece mi piel como si tuviera peces alborotados recorriéndome las venas?

Si supiera albergarte, no te derramarías. No escocerías, líquidamente, en mis heridas. Si supiera exactamente dónde tienes la miel, el ungüento, la suave panacea que me cura, yo… si supiera en qué lugar se esconden las acepciones de tu significado, de tu origen, yo… si un solo fragmento de tus ojos fuera de papel, escribiría en él vientos y brezos y una cascada de risas, si tu olor buscara lunares en el interior de una cereza recién nacida, yo… podría alcanzarte con mis dedos...

Como aquella vez, cuando abracé tu alma. Tenía preciosos refugios de algodón, y latía, era caliente, como una vida dentro de otra vida. Y ahora…

De tanto sentirte ya no sé qué, ni cómo, ni quién eres.

¿Acaso sé cómo soy yo?

Mi piel es de tisú.
De vaho y de azúcar glasé.
Sueño, ardo y me mojo.
Y vuelvo a empezar.
Si amo, no vivo.
Si no amo, me muero.

Yo no sé cuál es el secreto de las flores, ni por qué murmuran entre la lluvia.

Si volviera a ser la mujer que un día fui, abandonaría este frío y su escarcha bordadora, autora de los tapices de encaje que a veces afloran en los árboles caídos de la memoria. Rombos simétricos, líneas rectas o trenzados complejos, círculos que encierran dos copas de vino tinto, mi rubor en tu luz como si de ti surgiera de repente toda la alegría que me fue negada hasta entonces. Esta fusión del frío y el calor. Ese delirio que gotea en el vidrio condensado de las copas. La pureza que vence al dolor y lo convierte en belleza…

Entro en la cocina y lavo las verduras mientras una canción que suena en la radio vuelve a conectarme con lo que quiera que seas; baúl de burbujas, explosión sin sentido, obsesión o simple haz que me atraviesa.
Si fueras deseo, sentiría tu boca en mis pechos. Y echo aceite en la cacerola y pico tomate y dos dientes de ajo. La carne, roja, hora y media cociendo. Tú, fuerza o impulso, tú, si yo te sintiera... la canción tiene un poso de melancolía que me dobla las pestañas. No lloro, ni siquiera con la cebolla; la profundidad del fuego forma parte de esa mirada temblorosa que acabaría con las reservas de luz de todas las claridades en el momento justo de besarme el ombligo con el estribillo contagioso y una hoja de laurel y (cojo aliento)... y tus manos, si fueras domingo por la mañana, seguirían el recorrido de un saxo perdido en un callejón antes de tomar el aperitivo; dispondría los triángulos de queso en un plato como si fueran pétalos, y membrillo en el centro con tu lengua llena de sabor. ¡Ah!, y unas aceitunas sin hueso, por si fueras palabra.

Eso sería si acaso fueras… pero, no, ya veo que no, que desapareces, que te vas. Como se van las canciones de la radio y los peces de mis venas.

Doblan la esquina pasos huidizos y letras de agua. Se han quedado abiertas numerosas puertas, gigantescas puertas estratégicamente ubicadas en lugares inaccesibles, imposibles de cerrar.
Y tú, vida mía, utopía o sueño, te zarandeas entre corrientes de aire.

A la intemperie.

Se nos ha roto el baile. Vuela sin magia.
De pedacitos arrítmicos se compone el aire.

Y aun así…

si fueras amor,
yo besaría tus ojos, me quemaría los labios con ellos,
fijaría mi sonrisa a todas tus mañanas…

te reconocería, al fin.



(Invierno en llamas)


Comentarios

  1. Me ha gustado
    Matilda Blues a la espera del siguiente relato que parece interesante este invierno en llamas

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    1. Muchas gracias por tu comentario. ¡Me alegro de que te haya gustado!

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  2. Es sencillamente hermoso leerte, mi maravillosa amiga. Siempre hay un poso de nostalgia en tus palabras, pero son tan bellas que a menudo te agarran el alma. Aun recuerdo y conservo como mi mayor tesoro, tu relato manuscrito sobre la sobra del plátano. Por favor, sigue regalando al mundo tu prosa. Es, sencillamente, como tú.

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    1. Qué palabras tan bonitas, ¡muchísimas gracias!
      Recuerdo muy bien ese relato, comenzaba así:

      "Ayer, al estar contigo, todo eran rosas, y hasta creí
      ver la sombra del plátano cuando miraba tu mirada.
      Viví mi séptimo sueño y al despertar, ya no vivía.
      Hoy, en cambio, he vuelto a mecerme en el precipicio,
      y es absurdo, porque ¡le tengo vértigo a la vida!"

      Qué tiempos aquellos, teníamos dieciocho años... me hace muy feliz que aún conserves el manuscrito. Tú fuiste la primera persona que me animó a escribir, y te estoy infinitamente agradecida. Me alegra mucho que sigas leyéndome... ven cuando quieras a este reducto de las palabras.
      Un beso.

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