MÚSICA
Sueltas el violín enfadado y gimes algo. No has querido saber nada de mi mirada acompasada ni de los susurros que aún te envío a los oídos. Entras en la cocina y coges una manzana. Es redondamente verde. Orbito a tu alrededor y en un momento dado se produce el eclipse. Dejas de verme. La manzana se interpone. Eres más pequeño de lo que creía y tienes unas manos que no mereces. Me echas la culpa por no saber entenderte y sin más argumento me bloqueas. Te sientas a la mesa. Comes en silencio y coges las llaves del coche. Será verdad que esta vez has sentido la distancia, tan perspicaz como eres, mucho más aventajado que yo... la cabeza pensante de esta relación. Claro. Y me ignoras creyendo que no voy a verte, ni a sentir tu lenta interpretación de las cosas. Para ti es más fácil negarme, anularme.
Cierras de un
portazo y yo me repliego entre las cuerdas del violín hasta que vuelvas. Sé que
cuando aparezcas lo intentarás de nuevo, y que al percibirme me rechazarás otra
vez. Te hablo. ¿Me escuchas?
Eres papel
mojado a punto de deshacerse. Te aferras a las inseguridades y no comprendes mi
melodía. En la pared, la sombra de un músico frustrado se agranda y titila.
Quisiste ser mi dueño, someterme. Entonces me hice libre y soné con voz propia.
Para tu delirio,
escuchaste el verde redondo de mis notas...
Te tumbas en
la cama. Sabes que al dormirte no podrás esquivarme. Sueno perfecta en tus
oídos. Siempre he sido mejor que tú.
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