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Mostrando entradas de febrero, 2018
5. Amanece. En la primera claridad del día habitan todos los sueños. Yo cojo el mío al vuelo –lo he reconocido enseguida, lleva tu nombre– y subo al autobús. Hace tanto frío que los bostezos no quieren salir; si dejo de encogerme y me aprieto contra el asiento, cesa el dolor de cabeza, y si miro por la ventanilla, un cielo licuado de nubes rosas confirma que ha merecido la pena madrugar. En la radio anuncian lluvias, la bajada de temperaturas será significativa. Ya lo es, apunto mientras observo cómo el frío, copiando el arte de la araña, va tejiendo una tela de hielo en los ángulos de la ventana.     El color rosado del cielo se esfuma, en menos de cinco minutos, todo será gris. Son cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos. Camino ligera desde la parada del autobús hasta la fábrica de pantalones. El polígono de hormigón aún contiene restos de la noche, poco a poco se sacude las sombras, las va arrojando al suelo.  El día se presenta largo, solo pienso en volve

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