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Mostrando entradas de abril, 2016
NO SE RECONOCE Ni en la estatua de niebla, ni en la cara oculta de un atardecer naranja. Ella evita el dolor mientras marea el café con cucharadas de nieve. ¿Ella evita el dolor? Besar es amar. Compra manzanas suaves y versos tiernos. Se instala en la ilusión. Los miércoles se mimetiza con una nube cualquiera. Los viernes desea transformarse en lúcida incertidumbre. Dormida es una alondra. Y un pez azul. Pero no se reconoce. Ni en el pliegue libre de una caricia, ni en la caricia libre de unos ojos. Ella escribe un poema y luego lo rompe. Y luego lo escribe. Y luego lo lee trescientas veces. Amar es besar. Tiene dos entradas para el cine y un abrazo que necesita dar. ¿Amar es besar? El resplandor de un tacto que murmura mojado y desliza un corazón abierto de par en par. A las once cuarenta y dos una lágrima, el resto del día un recuerdo constante.  Ella ama en dosis altas, por eso pierde al año doscientos gramos de inocencia. Su lugar es relle
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R A Z O N E S Ilustración de Robert Dunn Las historias no nacen solas... ¿O sí? ¿Cuáles son los motivos que conducen a escribirlas? Y de ser dirigidas, ¿en qué momento cobran vida propia? ¿Cuándo pasa el escritor a ser un mero intermediario entre los personajes y sus vidas? No sé, en realidad, no siempre surge un protagonista que te lleva en volandas por los mágicos caminos de la narración mientras te dicta las palabras –eso no pasa nunca, o casi–, y tampoco es exacto que el origen esté fundamentado en los estados de ánimo –aunque en muchas ocasiones es el hilo conductor, a veces se produce el efecto contrario–, no, no se puede explicar con tan solo un puñado de razones las causas por las que alguien experimenta el impulso de escribir. Yo intento conocer mis propios motivos; ¿Para qué necesito narrar historias? ¿Por qué invento, reflexiono, imagino o me sincero a través de las palabras?  Dejo el cuaderno abierto sobre la mesa y espero sentada en la mecedora. He co

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