MUJER ÁNGULO Yo qué sé de oídos mudos, si acaso el perfil de una boca contenida, el cabello recogido que desnuda el cuello, la silueta perdida de un cuerpo isósceles. Qué sé yo, si donde nacen las avispas hay un sonido de lluvia que por las noches aguijonea sombras lilas. Pero qué bien para la piel el baño de tus ojos derramando violines, el rubor de mis senos dentro de tus manos, esta luz resbalando como un llanto oblicuo. ¿Qué paredes rotas? No, solo cortinas blancas, un tobogán, ardillas cerrando el postigo del viento. Yo qué sé de remolinos, si acaso auroras locas con sombreros amarillos, el olor tocando veinticuatro lunares, una palabra en mi ombligo. Qué sé yo, si tu voz eriza el roce del vientre y se ha inclinado unos grados el mundo sobre mí… transversal respingo convexo de clímax, de éxtasis, de vértice abierto y
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Agua. Filamentos sin garganta, hilo denso de marionetas, variaciones, pasos perdidos. Yo no sabía que vendrías a vaciarme los ojos. Abren su voz las nubes y empiezo a escuchar inviernos, serpientes muertas, la muchedumbre de tu lluvia. Velo translúcido que cae como un líquido viscoso amontonando cartílagos en las barandas de los tranvías. Oh, si existiera el mundo largo y no hubiera que contar heridas y yo supiera exactamente qué hacer con las gotas ovaladas de tu perfume mojado. Pero, ven, empápame de cielo y sigamos rodando, giremos con el baile alborotado hasta arrancarnos el corazón; solo sirve para doler y salpicar de blanco las lámparas. Muérdeme, beso, los labios, infinita forma de atravesar el poso de animal herido que albergas en la mirada. ¿Cómo explicar eso que somos cuando ya a nadie le importa? Quiero desbordarme, ser río que lama el sexo del agua, madeja de seda en la boca de un
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