Agua.


Filamentos sin garganta,
hilo denso de marionetas,
variaciones, pasos perdidos.
Yo no sabía que vendrías
a vaciarme los ojos.

Abren su voz las nubes
y empiezo a escuchar
inviernos, serpientes muertas,
la muchedumbre de tu lluvia.
Velo translúcido que cae
como un líquido viscoso
amontonando cartílagos
en las barandas de los tranvías.

Oh, si existiera el mundo largo
y no hubiera que contar heridas
y yo supiera exactamente qué hacer
    con las gotas ovaladas
    de tu perfume mojado.

Pero, ven,
empápame de cielo
y sigamos rodando,
giremos con el baile alborotado
hasta arrancarnos el corazón;
   solo sirve para doler
y salpicar de blanco las lámparas.
Muérdeme, beso, los labios,
infinita forma de atravesar
el poso de animal herido
que albergas en la mirada.

¿Cómo explicar eso que somos
cuando ya a nadie le importa?

Quiero desbordarme,
ser río que lama el sexo del agua,
madeja de seda en la boca
de un pez hermafrodita
o ráfaga súbita que
       arda y llore y entre
a buscarte en el gemido.

Si no me bañase el recorrido
de la lluvia temblorosa en las ventanas
podría contemplar el paisaje
  sin acordarme de tu risa
y así el viaje hasta mi nombre
tal vez sembrara una ruta de flores
entre las vías del sueño, pero...

llegar a mí es una incógnita,

por eso me encontraste
tan fuera del cuerpo.

Yo no sabía que vendrías
a desnudarme sin manos.




                                                           
Las imágenes pertenecen al vídeo de Agnes Obel “Fuel to Fire”.

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