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Mostrando entradas de enero, 2015
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VINO VERDE      Sábado, tres de la tarde: “Vale, hasta las ocho, lleva mucho cuidado, adiós... sí, yo también... chao”. Y cuelgo. ¿Por qué no estoy demasiado contenta? Sí, me hace ilusión que Andrés venga a verme pero me falta algo, no sé. Me hago la tonta, disimulo conmigo misma para no aceptar que no existe esa chispa que debería encender más la relación... ¡Dios!, llevo unos meses sin notar apenas nada cuando estoy con él pero me callo para no liarla, para no enfadar a nadie, hay que ver, ¡y yo qué!, siempre se me ha dado muy mal analizar mis sentimientos, tal vez no digo nada porque en el fondo me aterra quedarme sola... qué le vamos a hacer. No se lo cuento a nadie, y mucho menos a mi madre para que no acabe soltándome todo lo que piensa de mí, no me apetece nada escuchar sermones. Termino de recoger la cocina y me preparo un poleo-menta. El café me pone nerviosa.           Cuatro de la tarde:   Mi momento “sofá”. Estirada todo lo que puedo, rodeada de c
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El tiempo se deshacía... (Imagen de Juan Antonio González)      ...Las horas se derretían por las paredes, los minutos nadaban en el buque de la cama y Mobydick se los tragaba, los segundos se disipaban en nuestras bocas, las milésimas desaparecían al rozar tu piel y tú, que más que tú eras yo, me regalabas la suavidad de tu alma y el tiempo moría, no hacía más que eso, morirse todo el rato mientras tú me dabas el mar y la Nebulosa de Orión y yo... yo, que ya no tenía piel, que mis formas se escurrían por las sábanas, era capaz de volar a lomos de Pegaso y rodear la cima del Monte Olimpo con mis brazos, que eran los tuyos, de miel y de nube, y el sonido alto de cuatro violines surgidos de las columnas del dosel nos hablaba de amor y de su cúspide mientras el tiempo seguía expirando, pereciendo alrededor de nosotros, trayéndonos la eternidad y la más bella historia jamás amada, y tú llorabas y reías, y me bebía tus lágrimas de guitarra y veneraba la risa argentada que ema

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