ALEGATO

Pintura de Josep Amat

    
El abogado Benjamín Crespo mira detenidamente uno de los cuadros expuestos en la sala número tres de la galería de arte nacional. Su mujer se ha empeñado en llevarlo hasta allí para que pueda desconectar por un rato del bufete y de la importante defensa que está preparando. A juzgar por la atención que muestra al observar la pintura, parece haber conseguido evadirse de todo; tal es su concentración que no mueve ni un solo músculo. Está tan absorto que su mujer se acerca sigilosa y le comenta en voz baja:

–Pues sí que te ha gustado el cuadro, ¿tiene algo de especial?                                           
 Él le contesta sin dejar de mirar al frente:

–Lo tiene todo. Lo que el pintor ha obviado premeditadamente, lo que ha dejado fuera para fomentar la interpretación subjetiva, pero que de forma oculta, está sugerido en las expresiones, en la luz y en el contexto casi jeroglífico que ha querido reflejar a pinceladas...         

–¿Ah sí? –ella le mira pasmada– ¿Y qué tiene escondido?
–¿Quieres saberlo?

Benjamín se palpa la barbilla con la mano izquierda y comienza a analizar el cuadro de manera minuciosa, tanto, que su mujer le escucha sin pestañear:

“Aparentemente, solo se aprecia a unos bañistas que disfrutan de una tranquila tarde de playa. La luz está llena de matices, se trata de una tarde de verano sin fecha en el calendario, rotunda. Si el verano durase un día, sería ese. El mar está calmado y hay gente metida en el agua. En la orilla, una pareja mantiene una conversación que no podemos escuchar, pero que a buen seguro tiene algo que ver con la decisión que deben tomar mañana a la hora de comer, que será sábado, o domingo, ya que la tía Ingrid, tía por parte de madre de ella, cocina bastante mejor que la madre de él, que apenas sabe distinguir un frito de un asado, y en esas están sin percatarse lo más mínimo de la mujer que, oculta en la escena por el pintor, permanece sentada en una tumbona bajo la sombrilla. A sus ochenta años, esta es la primera vez que ve el mar. No le ha quitado ojo en todo el día. Tiene las pupilas llenas de agua de tanto mirarlo. Se encuentra totalmente agradecida a la vida porque, a su edad, ha podido cumplir el sueño que su amor, su compañero de travesía, no pudo llevar a cabo por partir a la otra orilla demasiado pronto...”

La mujer de Benjamín intenta que su marido hable más bajito. Su entonación va tomando brío y la gente de alrededor comienza a prestarle atención:

“...Es ecuánime, y a las pruebas me remito, que todo el cuadro goza de una belleza subyacente y misteriosa. Me dirijo ahora al fondo. A la costa y a las rocas gigantes que la componen. Capaces de resistir los embates del mar de forma heroica y de dejarse moldear por el agua caprichosa. Ahí, ahí tenemos uno de los puntos fuertes que el pintor ha querido plasmar. Sí señores, porque, adheridos a las rocas bañadas por la luz dorada de la tarde, se encuentran los cangrejos Heike...”

–¿Los cangrejos qué? –la mujer de Benjamín abre los ojos como platos. Ya no sabe dónde meterse– Anda... Benja... baja la voz, ¡mira!, ¿no te gusta este otro cuadro? ¡Ay!, pero si tiene caracolas –le dice mientras sonríe a las personas que se arremolinan alrededor de ellos. Benja, en cambio, se viene arriba y continúa con su alocución:

“...¡los cangrejos Heike, llegados a estas costas provenientes del Japón! Crustáceos que llevan grabados rostros humanos en su caparazón. Los más mayores cuentan que dos grandes clanes de Samuráis se enfrentaron en una sangrienta batalla naval. Los Heike fueron derrotados. El emperador era solo un niño de siete años a punto de ser atrapado por los enemigos del clan. Jamás podrían pasar por una humillación así. Antes de que esto pudiese ocurrir, su abuela lo cogió en brazos y los dos se hundieron en el mar. Años después los pescadores encontraron unos cangrejos que llevaban marcadas en su cubierta dura, en su escudo natural, las caras de los Samuráis fallecidos...”

Benja da un pequeño brinco y se sube a la banqueta de madera que ocupa el centro de la sala. Sigue analizando el cuadro con tanto ímpetu que la gente se acerca sorprendida. Algunas personas sonríen con disimulo, otras escuchan con gran interés.

“...Y llegamos al punto álgido de la obra. Señoría, quiero poner mi atención ahora en los personajes centrales. Los que, en primer término, acaparan el protagonismo del lienzo. Empieza ahora el verdadero argumento, el quid de la cuestión.
Desde la orilla, caminamos por la arena clara siguiendo las huellas más recientes. Nos conducen hasta una mujer joven y dos niñas que están utilizando la ducha de la playa. Las pequeñas han disfrutado un montón del mar, esperando la ola para saltar y zambullirse en el agua. Han chillado, reído e ingerido agua de mar a partes iguales. Pero ya es la hora de marcharse. La mujer joven es su niñera. Se ha pasado todo el día pendiente de ellas y está algo cansada. Sin embargo, le apetecería salir por ahí y comerse un helado. Es alegre y muy guapa. Aprendió a escribir a máquina cuando era pequeña y ahora quiere montar una academia de mecanografía. Aunque antes, necesita sacarse un dinero. No tiene novio. Le gusta un hombre de su barrio, pero está casado.
Algo apartado, en medio del cuadro, un hombre dirige su mirada hacia ellas y observa cómo las chicas se limpian la arena. El pintor ha colocado los finos hilos de agua que caen de la ducha utilizando una perspectiva o efecto óptico, con la intención de que parezca que el agua cae sobre él. Y aquí quiero llegar yo... ¿Puede ser esta otra indicación de lo que está por venir? ¿Es la ducha el centro de todo, el símbolo de algo, la pista a seguir? ¿Y no es menos cierto que, en los profundos ojos de ese hombre, tenemos la certeza absoluta de la sombría personalidad que posee?
Señoras y señores del jurado, aquí presento mi teoría, las pruebas irrefutables de lo que va a ocurrir, ya que las pinceladas no dejan ningún rastro de duda...”

–¡Ya sabía yo que tanto litigio no podía traer nada bueno! –Sentencia suspirando la paciente señora de Benjamín, que, apoyada en la pared, presencia resignada el espectáculo de su marido.

“...Expongo ante este tribunal los hechos que se llevan a cabo en la noche de autos. El hombre, aprovechando la agradable brisa marina, camina hacia a ellas y se presenta de manera respetuosa. Dice ser periodista y pide permiso a la mujer para hacerle unas preguntas, está de visita en la ciudad y necesita realizar un trabajo de campo sobre la cultura y la gente de ese lugar. Se muestra muy amable. Las niñas viven cerca y decide acompañarlas dando un paseo. Sin querer ser indiscreto, espera en la puerta de la calle a la mujer joven durante media hora. Ella aparece muy cambiada, con un vestido verde y el pelo suelto. Utilizando una gran elocuencia, la convence para seguir charlando sobre la ciudad y sus tradiciones. Se sientan en una terraza y prosiguen la entrevista. Él despliega todos sus encantos, es atractivo y conquista con su impecable conversación. Termina invitándola a su habitación de hotel, con la intención de enseñarle unas fotos... y entonces... 

Señoría, no pretendo obviar la imprudencia de esta mujer, que se dirige hacia la boca del lobo, pero es importante conocer todos los detalles...

Él, al cerrar la puerta, cambia de golpe el gesto. Varía el tono y se vuelve agresivo. Ella lo capta enseguida e intenta salir huyendo de allí, pero es demasiado tarde. La agarra bruscamente arrojándola sobre la cama y comienza a desnudarla, ella se defiende, forcejean, le araña la cara. Pero no es suficiente.
Miembros del jurado, es aquí cuando mi defendida utiliza el instinto de supervivencia, alarga el brazo, busca a tientas algo con la mano, coge el cenicero de vidrio de la mesilla de noche y, con todas sus fuerzas, golpea con él la cabeza del agresor. Muere en el acto. Ha sido un golpe certero.

Quiero subrayar que todo ha ocurrido en defensa propia, que esta mujer ha sido agredida y humillada, que no ha tenido otra opción. Por eso, señoras y señores del jurado, en sus manos está que la justicia prevalezca y que en su veredicto la declaren INOCENTE.

Señoría, mi alegato ha terminado, no tengo nada más que decir.”


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