1.

Voy a crear un poema que pese seis gramos de niebla.
Será autónomo, se abastecerá de hojas de acanto.
Como un capitel corintio.

Sonará a violonchelo, eso seguro. A desgarro que devora
insomnios con la boca oscura de la noche. Rasgando sombras.
Hilachos suspendidos en la ingravidez de seis, solo seis
gramos de niebla.

Blanco como un invierno que arda de frío.
Incandescente.

Tendrá un charco lacrimoso en un suelo de légamo.
Lo cubriré de organza, como si fuera una novia.
Decidirá sentarse sobre el cieno.
Y se manchará de negra espera, de inútil esperanza.
Y mirará hacia atrás. Y nada.

Voy a colocarle un sombrero rojo, en negrita.

Me apiadaré de él cuando regrese de los bares de copas
trasnochado sin puntos ni comas con el verso libre escapando
de sus bolsillos descosidos y la ausencia como antología única
tropezando con la silla del pasillo despertando silencio
y comiéndose la tilde del perdón en un hipo de ginebra seca.

Añadiré tres verbos infinitivos correlativos cursivos para lograr hacer reír.
Sin conseguirlo.

Voy a incluir la palabra mañana. Y a subrayarla. Mañana.
Y a planificar un encuentro sobre la última letra
en la hora libre y en el sueño libre y en la calma libre.
Solo seis gramos de niebla,
y de fondo, una fotografía marina. Boca abajo.

Eso será todo.

Bueno, no.
También dibujaré un cosmos dentro de los círculos de las “oes”.
Agujeros negros donde el dolor se retuerza y gima.
Y el sol aparecerá por las noches, convertido en nube verde,
arañándose los rayos con los picos de las palabras.
Pero las metáforas solo tendrán el espesor de un copo de nieve,
porque este poema no puede pesar más de seis gramos de niebla.  

Pintaré dedos en sus márgenes y serán como raíces
que crezcan acariciándolo todo, también la amargura.
Podré empequeñecer los lamentos, agrandar los suspiros,
Escribirle AMOR en azul mayúsculo…
Un pie de página, dos migajas de sexo,
tres puntos suspensivos.

Y ya.

No, aún no, todavía faltarán las volteretas.
Las entrañas revueltas y un botón desabrochado
por el que se asomen cuarenta y tres caracteres
y un alma perdida que no sepa bailar, ni recitar,

ni olvidar.

Sí, eso haré.
Y cuando haya acabado,
lo limaré, le quitaré impurezas.

Hasta que pese exactamente seis gramos de niebla.


(Invierno en llamas) 


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