Respiro.


Consigo los pómulos de Jennifer Jones en un bazar de falsificaciones y los uso como promontorios para mis lágrimas, descubro una flor de plata entre los jirones de este dolor lacerante… y olvido pensar mientras me como un helado de chocolate sin mancharme, al lado de un chico que escucha música trap y fuma cenizas de tiempo sin que sepa que el tiempo es una valquiria desnuda y armada… respiro, y pongo un imperdible en la solapa de la tarde para que me conduzca sin extravío por sus arterias de nube y de humo; las siete y media, respondo a un hombre de ojos verdes que me ha preguntado la hora en la parada del autobús, consciente de que pronto los cristales de la ciudad se cubrirán con el último sol… y qué alivio sentir una lluvia azulada en la cara ahora que lo que duele es no entender por qué duele, ni conocer el motivo que lo provoca, si acaso, el silencio; me alimento de sueños y no desvelo a nadie que me rindo fácilmente, que solo lucho para obtener un espacio seguro en mi mente donde poder dominar los miedos y las dudas… respiro, y me bajo en la parada destinada a la noche cuando aún es de día porque persigo unos ojos que encienden las calles y yo camino tras ellos con la blusa blanca y un eco en los zapatos como de soledad y bandoneón unidos, sonando dos calles más allá, donde ya es completamente de noche. Ah, y respiro, y acumulo ventanas y farolas y el sucio alquitrán amoratado de coches por el que ya han pasado las siete vidas de los gatos y un cielo planeando ligeramente al borde de la tierra, y sucumbo a la oscuridad de las luces porque tengo una tristeza mate que no me deja brillar, purpurina negra siguiendo unos ojos que me llevan justo al centro de la noche, donde una voz de cristal anuncia que las desdichas al por mayor tienen descuentos infinitos y arena traída directamente de la luna. Con el revuelo pierdo de vista a mi guía, pero a cambio me regalan un souvenir del mar de la Tranquilidad que apaga los vientos y sumerge mi cuerpo en la sombra, la sombra en mi mente, mi mente en el cuerpo.


Y respiro.


(Fotografía de Philippe Conquet)

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