ABISMO

(Pesadilla 1)


Rojo cárdeno o violeta sangre…
el color de la calle cambia
con el ritmo de mis pasos.

Una mujer holograma
me entrega un bebé y sonríe
antes de desaparecer.

En mis brazos siento
su palpitar como un vínculo.
           Él y yo,
volando en una luz de gasa.
        
Relieves de espuma
acarician mi mejilla,
su pequeña nariz crea
filigranas de tinta dorada que
casi dibujan el secreto del sol
pero una fina escarcha
se adhiere a los brillos
y deja rubíes blancos que arañan.

Entonces decido protegerle
enloquecida de ternura,
hasta chocar contra el viento.
No son humanas las manos
que me arrebatan
su cuerpo redondo,
solo advierto garras de muerte
y la cordillera de una espalda
que dice nieve y tiembla
        en la boca
de todos los seres vivos.

Conozco la destreza
que tienen los gusanos
para modelar el espanto
en los ojos de las calaveras.

Vago con mi tristeza
sobre un pavimento de huesos
y, sin embargo, todavía la luz
–en su extrema delgadez–
           sobrevive
como una terca presencia
determinando mi voluntad,
haciéndome buscar de nuevo
donde aún no existe el mar
esa piel que siento tan mía.

Altas agujas sujetan
el cielo escarlata
y cambio de pupilas y de zapatos
para avanzar más rápido hacia algo
que se aleja sin mirar atrás.

Pero no puedo, no…
¡No puedo alcanzarlo!
Se desatan los puentes
las piedras, los tornados.
Ha muerto un río,
gimen las flores,
entre mordiscos
pierdo los labios.

Oh, ¡cuánto frío!

Qué yerma parece
la tierra cuando se abre.
Caigo al abismo
en una sucesión de
miedos interminables.

Resbalan mis uñas
   en el vértigo.

Solo el grito puede salvarme.




(Ilustración de Belhoula Amir)

Comentarios


Licencia de Creative Commons
Todos los relatos publicados en el blog "Un pez en el Vaho" se encuentran bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.