YUKALI
POESÍA N.º 1
Revista digital
https://online.fliphtml5.com/zppqn/dnlp/
La nota editorial dice:
Puede parecer una revista, pero es una nube.
Una antología loca, un reloj de bolsillo
digital.
Algo nuevo vestido de tiempo azul.
Es la unión de la tradición y la contemporaneidad
a través de unos hilos que manejan el aire.
Es al mar lo que el lector al libro,
un verbo de espuma que salpica memoria.
Silencio
Erótica
Metáfora
la lección de los maestros
en la escuela de las flores.
Esta es la descripción poética de la revista Yukali.
Ahora me gustaría explicaos de forma más clara el sentido y su
estructura.
La revista nació del deseo de compartir poesía, de recopilar algunos poemas publicados en la página, e incluir otros de poetas conocidos, clásicos y contemporáneos. La mezcla se ha convertido en una antología que pasa por diferentes épocas. En la selección de poemas me costó decidir, entre un montón de favoritos, cuáles dejaba fuera y cuáles eran más adecuados, y para que la unión tuviera sentido, escogí a poetas con estilos parecidos y fui agrupándolos por nacionalidades o temáticas.
Para ordenar el contenido de la revista, la dividí
en siete secciones que paso a desglosar:
1. Lengua
inglesa (clásicos vigentes)
Poetas estadounidenses e ingleses; el modernismo
anglosajón, imaginativo de Wallace Stevens, intelectual de T. S. Eliot, la
canción de amor de William Carlos Williams, o la Evadne imagista de H. D, entre otros. Y la confirmación de que por
algunos poemas no pasa el tiempo.
2. Letras
hispanoamericanas (la sabia y el musgo)
La belleza y el desgarro que la poesía desprende
se refleja en los versos de los poetas peruanos Jorge Eduardo Eielson, Blanca
Varela o Cesar Moro, en la imaginación expresiva de la poeta argentina Olga
Orozco, o en la noche de Alejandra Pizarnik, donde hace tanta soledad que las palabras se suicidan.
3. Azul
maestro (destellos de río)
Los brillos que discurren en la genialidad de los
maestros:
Siempre, siempre,
jardín de mi agonía; la Primera gacela del amor imprevisto de Federico García Lorca complementa la Pequeña figura, sin guarida y sin pantano, de Luis Cernuda, como un líquido lamento fluyendo entre
sombras iguales.
Juan Eduardo Cirlot escribe allí donde los cielos lloran: Pero
las lilas crecen, amor, en el invierno entre mis manos.
Aníbal Núñez nos despliega el tríptico de la
tristeza, de la melancolía y de la alegría, y en su Isla ignorada, Gloria Fuertes late
acunada por árboles jugosos.
4. Femme
(Eros y el bosque)
Dividida en dos apartados, esta sección cuenta
con ocho mujeres poetas.
En los poemas de Elsa López, Almudena Guzmán,
Isla Correyero y Cristina Peri Rossi, Eros
explora, escarba, ruge feroces destinos, presagios entreabiertos.
La parte de El
bosque nos pinta de verde y sentimos las hojas del geranio y las anémonas
parecidas a flores que nacen en los recodos sombríos de una nuez, a través de
los versos de Chus Pato, Olvido García Valdés, Blanca Andreu y Chantall
Maillard.
5. Nuevas
voces (luz entre la maleza)
Es un espacio destinado a la poesía joven, a
encontrar esperanza entre la hojarasca comercial; la abuela de Ocean Vuong nos besa en vietnamita, esperamos en el andén del pueblo más íntimo a
Guillermo Marco Remón, elegimos Lo que
nos sangra en las palabras de Raquel Vázquez y flotamos en una burbuja de piel con Silvina López
Medin.
6. Isla
Yukali (casa de versos)
Nuestra casa tiene vistas al mar y al espeso
bosque. Aquí encontramos una recopilación de poemas publicados en Yukali Página
Literaria, escritos por los habitantes de Isla
Yukali: Víctor Briones, Mónica García, Isabel Jiménez, las fotografías de
Aetheria y los poemas que las acompañan, Los Desiertos Rojos de Manuel Cardeñas Aguirre y sus recomendaciones en
Yukali Propone.
7. Claro de
luna (Besos y credos)
Es la sección romántica de la revista. El alma de la noche de Georg Trakl se
refleja en el valle de los pinos, un suspiro cae en el lánguido estanque
provocado por la lírica de Stéphane Mallarmé, y a lo lejos, en un vagón rosa
con cojines azules, Arthur Rimbaud viaja soñando con vistas al invierno. ¡Oh! Si besar pudiera esos ojos de fuego,
pronuncia Lord Byron en el corazón mismo del bosque… Sin cesar nos besaríamos y besaríamos para siempre.
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