YUKALI POESÍA N.º 4 – CUERPOS

Revista digital

 

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La poesía es un ente libre, itinerante y adictivo, que vibra invisible entre nosotros porque no le hace falta un cuerpo para existir; su piel es voz y su esqueleto está formado por palabras. Tanto nos atrae su fisonomía que hemos sucumbido a ella hasta el punto de crear una revista hecha de pedacitos suyos, que ya alcanza el cuarto número, y que, precisamente, tiene como protagonistas a los “Cuerpos”; terrenales, etéreos o habitados por la subjetividad. Este nuevo número es muy especial, porque contamos con la colaboración de la ilustradora Eva Sánchez Rubio. Muchas gracias, Eva, por la buena disposición que has tenido desde el primer momento en el que te propuse ilustrar la revista (a pesar del reto que eso suponía), y por el resultado final; veintisiete dibujos en acuarela que llenan de originalidad y estilo propio las páginas y que son el complemento perfecto para cada uno de los poemas. Ha sido un placer trabajar contigo entre confidencias, colores azules, morados y mariquitas de la suerte.

 

La Nota Editorial dice:

 

    Esta revista que ahora es un cuerpo busca tu tacto en las sombras. Si la abres, activarás el relámpago azul que eriza la carne de las letras. Si la tocas, convertirás a las palabras en cuerpos eléctricos, en racimos de luz rasgada preparados para la convulsión y el choque. Si la sientes, abrazarás la humedad que de ella emana sinuosa cuando aún es silueta indefinible, pero tendrás que darle forma después, con tus manos o con tu espíritu teñido de almas y limos, dispuesto a moldear su fondo desnudo. Trémula, vuelta hacia las nubes, esta revista que ahora es un cuerpo desprende sus células para que tú o tu piel entregada ya al sacrificio las deposite, con el fragor de una caricia, ahí mismo: en la oscura inocencia.

 

Entonces:

¿La poesía no tiene cuerpo, pero el cuerpo es poesía? ¿Es el receptor de los sentidos, el transmisor de la voz que se camufla en la piel, o solo es el continente de nuestros deseos, el habitáculo donde se crean las emociones? Quizá una visita a las distintas secciones de la revista pueda aclararnos un poco este galimatías.

 

1. Anatomía estadounidense (Cuerpos eléctricos)

 

Walt Whitman nos dice que el cuerpo es el soporte físico del alma, algo sagrado, el territorio del espíritu. Pero en su eléctrico canto también se pregunta: ¿Si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma? Edward Estlin Cummings es más práctico, a él le gusta el goce del cuerpo. Acariciar con lentitud la firme suavidad, el temblor, la descarga de la piel eléctrica sobre la carne abierta. Chispa que también siente Anne Sexton al besar, rayos eléctricos que hacen florecer su boca como un corte. Sin embargo, la electricidad violenta de Muriel Rukeyser prefiere una paz arraigada, un universo palpitante para poder reír siendo una mujer violenta en el violento día.

 

2. Cariz hispanoamericano (Carne de letras)

 

Si las palabras conforman el esqueleto de la revista, las letras constituyen la carne, son los fragmentos que componen un todo. Gabriela Mistral siente la ausencia de su propio cuerpo en el cuerpo del amado; percibe cómo se van de él sus manos, sus pies y hasta su recuerdo. Hay algo de eternidad en el poema de Idea Vilariño: cuerpos tendidos, felices, infinitos… más fieles a la forma que la propia piel. Roberto Juarroz desea encontrar una palabra que penetre en el vientre de la mujer y lo fecunde. José Lezama Lima nos trae una “Batalla china”, con soldados de sombra, desiertos somnolientos y la fugacidad de un río. Solo el ojo de José Watanabe permanece impasible, mirándonos el adentro sin saber si es el ojo de Dios o el de la indiferente Nada.

 

3. Clásicos (Almas y limos)

 

Hemos resuelto que el cuerpo es el soporte físico del alma, pero también es el recipiente donde se deposita el tiempo y sus despojos, el limo de la vida. Los poetas de esta sección conjugan esta mezcla con la carne y el hueso de sus versos: Luis Cernuda acerca un cuerpo interrogante, porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe. Pedro Salinas retorna a esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito. Apoyada en la curva de cielo, Ernestina de Champourcín espera el amor, encendida. Ricardo Molina compone la terrestre dulzura de un cuerpo y Josefina Plá sacia irónicamente la exigua sed de un hombre. En el poema de Blas de Otero, Tántalo y la pena anclan en Dios almas y limos. Pero al final de esta sección vuelve a imponerse el deseo y Claudio Rodríguez nos devuelve la transparencia, ahí mismo: en la oscura inocencia.

 

4. Contemporáneos (Formas)

 

La morfología de un poema tiene algo de orgánico, con disposición para sentir y ser moldeado. Adquiere la forma de un cuerpo de agua en el sueño de Jesús Beades, toma la imagen de un náufrago desposeído de palabras y gestos en los versos de Javier Lostalé, fluctúa en las frutas eróticas de Gioconda Belli o se convierte en un cuerpo tan blanco a simple vista que María Paz Otero podría venerarlo en domingo con la fe de los creyentes. Pero algunas formas ocultan otra cosa: Jorge Pérez Cebrián ha visto cuerpos que disimulan abrazándose como si solo fueran humanos. Paula Melchor descubre que su cuerpo por la noche es un campo de maíz por el que caminar. Laura Rodríguez Díaz es una niña con mil bocas cerradas y Lawrence Carrasco, o su Vástago en urna de hueso, rezuma savia del cielo, intrepidez y asombro de piedra. Hasta que los cuerpos se desgastan y va quedando la huella, como en el poema de Rafael Courtoisie: cuando la forma comienza a declinar, aparece el fondo.

 

5. Médula Yukali (Células)

 

Si las palabras de esta revista son huesos, la médula es su centro. El tejido suave donde se crean las Células que mantienen vivo este cuerpo de páginas. Cada una con su mensaje poético: Manuel Cardeñas Aguirre no concibe otro cuerpo que tu cuerpo cariátide. Ana Melgosa siente que unos ojos esculpen su cuerpo sin tocarlo. Luis Vinuesa, en un concierto, sorprende a unas arrugas desviando sus pliegues hacia un espejo sin eco. Silvia Sánchez Muñoz es una loba herida que no consigue encontrarse los colmillos en la noche, a la deriva. Isabel Jiménez sufre un desajuste emocional del primer mundo, combustiona mientras la gente la mira extrañada, pero no le importa porque, qué sabrán ellos. Concha Vallejo nos trae el recuerdo de un cuerpo perdido y un alma solitaria que no sabe qué hacer. Concha Peiró se abandona a los beneficios de un masaje. A los círculos concéntricos. Abraza lo físico y sensorial. Para no pensar. Para ser. Joaquín Pérez, en el delirio un verano, se reconoce animal y humano. Del río al mar. Y Ana Sánchez Huéscar, la que os habla, nos cuenta que su piel es hiel helada que resbala sobre las preguntas del miedo y le cubre el desnudo cuando llora.

 

6. Siluetas (Epidermis)

 

Lo más profundo que hay en el hombre es la piel, dice Paul Valéry. ¿Será ese el fondo que aparece cuando la forma comienza a declinar? He reservado la última sección a los poetas de otras nacionalidades como si fueran esbeltas siluetas. A Edith Södergran el Instinto le indica que su cuerpo es un misterio, el poder para el que no existe abismo. Paul Éluard ama la poesía y la viste con los elementos de la Naturaleza. António Ramos Rosa escribe sobre el cuerpo fluctuante de una página como si fuera el tejido trémulo de la epidermis. Isabella Leardini abandona su cuerpo en la cama al terminar las estaciones y Titilope Sonuga nos recuerda que hay cosas que debemos desaprender, historias que arañar de nuestras gargantas, mujeres enteras a las que regresar.

 

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