TABULA RASA
De un tiempo a esta parte
un otoño habita en mí
y permite que algo
parecido a la tristeza
me persiga a todas partes.
Atravieso una calle sin lluvia
y es dulce el sol y tu recuerdo,
y mi cesta de naranjas verdes
con sus trenzas de mimbre
tiene la levedad de la luz,
y quiero grabar la imagen
para siempre en mi mente
pero, al pisar una sombra,
se desvanece la belleza
y tiemblo
como una rosa en noviembre,
desubicada,
con el destiempo a cuestas,
con el destemple en los huesos,
con el deseo latente, latiendo
palabras con lengua,
desnudo alabastro.
Llego al mar,
pero él solo desea mi admiración
y me usa, y soy de cartón
cuando su aliento me salpica.
Y quisiera creer, ilusa,
que existe algo puro,
pero al anochecer
volverán las dudas:
¿Quemarán las sombras,
los sentidos intermitentes?
¿Las cornisas verterán
un súbito olor a noche?
¿Qué haré con el miedo
cuando me asolen
terribles alacranes?
Tengo una traición en la garganta,
una verdad astillada me sangra.
Debo alejarme del mar,
de su abrazo desembocado,
hasta hendirme en sal.
Hasta quedarme en blanco.
Tabula rasa.
Precioso.
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